Hoy he visto que "El duque y
yo" de Julia Quinn está número 1 en una lista de los libros más vendidos
en España. Seguro que hay, pero yo no me acuerdo, otro ejemplo de una novela
rosa de una autora de género, publicada en una editorial especializada, que haya
llegado tan alto en las listas. Y sólo me viene a la memoria, por compararlo,
sin ninguna necesidad, con algo, aquella vez que “Al salir de clase” fue el
programa más visto del día. (Vosotros aún no habíais nacido).
Julia Quinn ya había figurado, antes del
éxito televisivo, entre los más vendidos del New York Times, e incluso en
español para las lectoras entendidas creo que hace mucho que es una especie de
George RR Martin de lo suyo. O mejor una Brandon Sanderson, por su ritmo de
escritura.
Hace tiempo (un par de meses), tras el
éxito de la serie “Bridgerton” empecé a leer "El duque y yo", libro
en que se basa, para ver de qué iba el asunto, y me sorprendió lo bien escrito
que estaba. No pasé del primer tercio, porque preferí imaginarme que todo el
libro mantenía el mismo pulso, y decidí parar cuando parecían llegar los
excesos propios de su género. Julia Quinn se preocupa mucho por construir bien a sus personajes. Al ser
novela rosa, cuya estructura ya conocemos todos sin necesidad siquiera de abrir
el libro, (chico conoce a chica, no pueden estar juntos, sabemos que acabarán
juntos, acaban juntos), la única innovación si pretendes hacer un producto con
un mínimo de calidad está en la creación de los personajes, y por eso la señora
o señorita Quinn se vuelca en su construcción. Todo esto no lo digo yo, lo ha
dicho ella misma.
Y estaréis pensando, a nosotros todo eso
qué nos importa. Bastante poco, supongo.
Ni yo mismo hubiera tenido interés en los
Bridgerton si no apareciera por ahí como de paso Shonda Rhimes, que está
últimamente la pobre cabizbaja en su casa comiéndose la cabeza porque antes
(hasta 2016 más o menos), cuando la tenía contratada la ABC/Disney, no paraba
de escribir capítulos como churros cada semana, y desde que la fichó Netflix
(2017, no me hagáis mucho caso) y le adelantaron 300 millones de dólares, le ha
dado la pájara y no teclea ni a tiros. (Lo que ella cuenta, a mí no me miréis).
Y encima de no tener ganas de trabajar,
no para de darle vueltas a qué estarán pensando los de Netflix, que se
esperaban un montón de series y casi cuatro años después solo ha aparecido y de
refilón en los Bridgerton, y estamos todos a la espera de su nueva serie, está
vez de verdad, "Inventing Anna", que debe de estar al caer, pero no
nos flipemos porque es solo mini serie y no parece que haya nada más nuevo a la
vista a corto plazo. 300 millones.
La que no para es Julia Quinn, cuya saga
“Bridgerton” en papel da para varias temporadas televisivas (cada una enfocada
en una pareja distinta de la familia) y además sigue escribiendo spin offs. Y
las editoriales, listas que son, dejan a un lado las típicas portadas de foto
con señor y señorita victorianos vestidos de raso, le dan un aire más fresco, y
así los escaparates ya no se avergüenzan de exhibirlas.
Y mientras Julia escribe y escribe,
Shonda Rhimes seguirá dándole vueltas a por qué dejó el canal ABC, y a si lo
que comúnmente se conoce como "la gota que colma el vaso" no sería
simplemente un malentendido.
Ya sabéis de lo que hablo, que Shonda,
marido e hijas, al trabajar ella para Disney, tenían pase gratis a Disneyland,
pero como Shonda no tiene marido, su pase era de la niñera. Y un día que ella,
Shonda, no podía acompañarlas, porque de aquella no tenía tiempo porque
entonces sí que trabajaba, iba a ir su hermana (la de Shonda) con la niñera y
las niñas, y Shonda pidió un pase extra para su hermana, y le dijeron que no, y
pidió que pudiera entrar con el suyo, pero son intransferibles así que tampoco,
pero ella insistió e insistió, y tanto dio la paliza, doy por hecho (esto ella
no lo ha dicho) que para comprobar su fuerza en la empresa más que por el
dinero, que al final le dijeron que vale, pero llegó el día y al llegar a la
puerta del parque de atracciones no había ni pase ni nada, y Shonda llamó
cabreadísima, para que nos entendamos, al Ábalos de Disney, y este la mandó a
tomar por culo. (Hay constancia de la frase exacta pero ahora no la recuerdo).
Así que se enfadó y se fue a Netflix, por
lo que parece, a descansar, como un jugador de fútbol de esos punteros que
ficha por el Real Madrid y justo se lesiona, o le da por el golf. Y nosotros,
que la pandemia nos ha dotado de más paciencia incluso de la habitual,
seguiremos esperando con tranquilidad a que a la señora, un día, le apetezca
seguir escribiendo.